viernes, 25 de enero de 2013

uno de cada tres niños nace fuera del matrimonio en España

http://www.abc.es/familia-padres-hijos/20130118/abci-ninos-fuera-matrimonio-201301171237.html
Canarias, Baleares y Cataluña son las Comunidades con mayor porcentaje de natalidad extramatrimonial

En nuestro país ha crecido vertiginosamente la natalidad extramatrimonial hasta alcanzar a Europa

El dato proviene del Instituto de Política Familiar (IPF): uno de cada tres niños nace fuera del matrimonio en España. En concreto, y según las estadísticas de que dispone esta organización: de cada cien bebés, 37 son hijos de madre no casada. En cifras absolutas, eso significa que, en 2011, vinieron al mundo 176.265 niños de madres no casadas sobre un total de 471.999 nacimientos. Y de éstos, más de 98.000 nacimientos (el 56%) son de uniones no estables, el resto (78.180 nacimientos, 44%) se produjeron en uniones estables.«La proporción de hijos extramatrimoniales aumenta vertiginosamente en España y se ha está convirtiendo en un fenómeno masivo», según afirma Eduardo Hertfelder, presidente del IPF.

Y es que en veinte años las cosas han cambiado radicalmente. En 1981, solo un 4% de los bebés nacían en uniones fuera del matrimonio, un porcentaje que se ha disparado al 37% en estos días. De tal forma, que en la última década, España se ha convertido en uno de los países europeos donde más ha crecido la natalidad extramatrimonial, hasta alcanzar la media de los vecinos del Viejo Continente. En 2001, el 28,7% de los nacimientos de la UE procedían de uniones que no eran matrimonios, mientras que en España ese porcentaje alcanzaba el 19,7%. Diez años después, nuestro país ha llegado al 37,3%.

El IPF señala que la mayoría de las mujeres no casadas tiene solo un hijo, mientras que es más frecuente tener dos hijos cuando se trata de un matrimonio.

Este fenómeno no ocurre por igual en todo el país. Canarias, Baleares y Cataluña son las regiones con mayor porcentaje de natalidad extramatrimonial, mientras Murcia, Castilla-La Macha y Navarra son las que tienen menos hijos fuera del matrimonio.

jueves, 24 de enero de 2013

Llega un bebé a casa: ¿crisis en la pareja a la vista?

http://www.abc.es/familia-parejas/20130111/abci-llegada-201301101518.html

GEMA LENDOIRO
Un recién nacido supone una revolución para los padres y no siempre es un «camino de rosas». Que no afecte negativamente a la pareja depende de la actitud que adopten

La llegada de un bebé, como casi todo lo que sucede en la vida, poco o nada tiene que ver con lo que el marketing nos trasmite. No todas las estampas del día a día son tan idílicas cuando aparece el nuevo miembro de la familia, también suceden los problemas que, con calma, paciencia, amor pero, sobre todo con tiempo, se terminan por superar. Los bebés son muy tiernos cuando están apaciblemente dormidos pero también lloran, a veces tanto que logran desestabilizar la paciencia del más tranquilo. Los bebés huelen maravillosamente bien pero para ello habrá que cambiar el pañal unas diez o doce veces al día, a veces con un sueño bastante profundo (sus necesidades fisiológicas no entienden de madrugadas). Las fotos de las revistas no reflejan la verdadera identidad del día a día.

El caos aparece en el hospital. Muchas mujeres, especialmente las primerizas, interiorizan una idea de parto, así como de rostro de bebé, que no cumple con sus expectativas. Un parto difícil o que incluso que acaba en una cesárea pueden traer los primeros «desengaños», las primeras tomas de contacto con la realidad. Una mujer recién parida es, generalmente, una mujer dichosa pero también con un vaivén de hormonas que hacen que vea el mundo de otra manera. Visitas largas con comentarios inoportunos y, sobre todo de gente con la que no tiene la suficiente confianza, hacen que nada más convertirse en madre vea que las cosas no son como las había soñado. Y eso, si no se atiende, pasa factura.

También se sienten celos cuando llega a casa el recién nacido

Pero queda lo más importante: llegar a casa. Especialmente para quienes son padres por primera vez todo son dudas; no estar seguros de si el bebé está bien alimentado (especialmente si toma pecho porque no se sabe la cantidad, sólo se sabe si gana peso), no saber el motivo de su llanto (muchos bebés lloran las últimas horas de la tarde por los cólicos del lactante), miedos a no saber hacerlo bien, temor a que se nos caiga, a no saber ejercer, en definitiva, a no ser buenos padres. Todo esto, indudablemente, tiene consecuencias en una pareja. Positivas y a veces, negativas. Pero todo es subsanable.

Hemos hablado con Marina González, experta psicóloga clínica de Cinteco, que nos habla de cambios: «La llegada de un bebé supone muchos cambios para la pareja, cambios a los que se tienen que ir adaptando y como cualquier proceso de adaptación lleva tiempo y no está exento de estrés. Estos niveles de estrés, unidos al cansancio, la inseguridad a la hora de manejar las dificultades, las expectativas que se tienen hacia el otro y otros factores… pueden afectar en la irritabilidad, el nerviosismo, la frustración… y provocar ciertas tensiones en la pareja».

Como en todo en la vida, es importante saber gestionar las crisis que surgen es por ello que son tan importantes «las condiciones previas de la relación de pareja, que sea una relación solida, estable, con buenos niveles de comunicación y por supuesto de afectividad, y que dispongan de habilidades adecuadas para resolver problemas» todas esas cosas fomentan una buena salud en la pareja a pesar de las dificultades. Es decir que si una pareja ya se llevaba mal o muy mal antes de la llegada de un bebé, el nacimiento no sólo no va a cambiar las cosas para bien sino que las empeorará.

Niveles de comunicación: es muy importante saber expresar los sentimientos que uno tiene sin caer en la acusación al otro. Utilizar frases tipo «yo sé que tú haces esto con el mayor de los cariños pero lo cierto es que yo lo percibo como…y no me gusta porque me hace sentir así» Todo ello, claro está, siempre con un tono amable y tranquilo y, si es posible, en el marco de una conversación apacible, es decir, no aprovechar un llanto incontrolable del bebé para expresarse sino un momento de paz, que también los hay, para decir las cosas. De nuevo la psicóloga nos aconseja: «Disponer de estas habilidades no tiene que ver necesariamente con la edad, hay mucha gente joven que dispone de estos recursos, aunque es cierto que la experiencia vital ayuda a tener recursos para afrontar situaciones que pueden generar estrés». Las parejas que hablan, que se escuchan, que se comunican diciendo lo que sienten, tienen altas probabilidades de que todo salga bien, de que se solucionen las cosas.

La llegada del bebé tiene consecuencias en la pareja. Todo es subsanable

Entender las necesidades del otro. No sólo la mujer sufre cambios, el hombre también cambia su perspectiva vital. Muchos hombres, con la llegada de un hijo, adquieren un mayor grado de responsabilidad a la hora de afrontar su vida laboral y comienzan a sentir miedos hasta ese momento desconocidos.

Muchos optarán por no decir nada a su pareja para evitar preocupaciones pero eso no significa que no estén durante una primera etapa muy absortos en esa nueva tesitura de vida y de trabajo. Por supuesto, también sienten celos cuando llega un bebé. Aquella mujer que siempre estaba pendiente de él ahora casi nunca está disponible para llevar una conversación de más de cinco minutos. La mayoría de las mujeres (con toda la razón es verdad) no reparamos en esa ausencia que tienen porque estamos muy atareadas con todo lo que se nos ha venido encima; dar el pecho, cambiar los pañales, ahora tiene un gas, ahora no sé por qué llora…cualquier mujer que sea madre entenderá que, no se sabe muy bien por qué, pero cuando tienes un recién nacido en casa, a pesar de que duermen casi todo el día, apenas paras un minuto. Todas esas circunstancias pueden hacer que nos olvidemos de nuestra pareja «momentáneamente» algo que en la medida de lo posible deberíamos evitar aunque no siempre es fácil.

Las hormonas, esas «amigas traicioneras». Las mujeres convivimos con ellas toda la vida pero quizás hay tres etapas en la vida de una mujer que son especialmente complicadas; adolescencia, embarazo/postparto y menopausia. Centrándonos en el tema que nos ocupa, el postparto, las hormonas pueden jugar una malísima pasada que pueden hacer tambalear los cimientos del matrimonio más estable: llantos injustificados, creer que estás sola, que han dejado de quererte, sentirte fea, distinta a quién eras y algo que ayuda poco, dormir a trompicones, hacen el resto. Mucho amor, mucho cariño, mucho apoyo moral con frases tipo, «qué buena madre eres», «qué bien lo estás haciendo», «qué orgullos estoy de ti» hacen más que una terapia con el mismísimo Freud. Muchos abrazos y una clara demostración de que se está ahí para apoyarla en todo hacen el resto.

La importancia de ayudar: Muchos hombres, por temor a no hacerlo bien o por cultura, participan poco o nada en la crianza de sus hijos hasta que estos no caminan. El hecho de que sea la mujer la que siempre se haya dedicado a la alimentación de la cría por dar el pecho hace que, generación tras generación, se siga asimilando ese concepto. Aunque es cierto que poco a poco las cosas han ido cambiando, lo cierto es que muchos padres se acercan poco al recién nacido. Es verdad que son las madres las que dan el pecho pero hay un montón de cosas que ellos pueden y deben hacer, ya no sólo para aliviar a la madre que necesita descansar sino también para establecer vínculos con el bebé. Por ejemplo, quitar los gases. A muchos padres se les da bien esta tarea porque es un rato al día y porque sus manos grandes suelen dar mucha protección al bebé. Pero no sólo eso, cambiar los pañales no tiene que ser un acto exclusivo de la mamá, de hecho, salvo dar el pecho, ninguno lo es. Cuando un hombre llega a casa cansado del trabajo no se encuentra con una mujer que no ha hecho nada precisamente en toda la jornada.

Un poco de intimidad, por favor, las suegras y demás familia política, para los domingos. Las parejas con bebés sufren un cambio muy importante en sus vidas y como todo cambio este también necesita de cierta intimidad. Muchas mujeres necesitan de la constante presencia de su madre en casa pero para el marido no es la madre sino la suegra y si ya de por sí se siente desplazado, este hecho no ayuda demasiado. Es fácil recurrir a esa valiosísima ayuda pero mejor que desaparezca cuando llegue la pareja a casa. Hay que recordar que muchos hombres se ven intimidados por la presencia de sus madres políticas y comienzan a sentirse incómodos en su propia casa. La familia política es mejor para las comidas familiares distendidas.

La intimidad de la pareja en estos casos y descubrirse como padres el uno al otro son esenciales en estos momentos. Además, cómo no, los siempre mal venidos comentarios de todo el mundo (muy especialmente de las abuelas y cuñadas) sobre el modo de crianza escogido y que no siempre caen bien, especialmente en una madre recién parida. Los consejos no pedidos sobre cómo das el pecho, si lo das o no lo das, si coges al bebé en brazos…no suelen caer bien. Como a veces son inevitables porque no se tiene la confianza necesaria para pedir que no se digan, cuanto menos los escuchemos, mejor para nuestra salud mental. El instinto de cada madre es infinitamente mejor que el de cuatro abuelas opinando a la vez.

La madurez. No tiene que ver necesariamente con la edad. La llegada de un hijo supone la ruptura inmediata con el modo de vida anterior. La madre ha tenido nueve meses para ir adaptándose de forma gradual pero para el padre es radical. Lo cierto es que durante un tiempo el bebé reclamará la presencia de, por lo menos, la madre, haciendo que la vida conocida hasta la fecha, desaparezca. Si la madurez psicológica no es total llegarán muchos problemas en forma de frustraciones y lo que se debería ver como algo maravilloso que forma parte del trascurrir de la vida, se ve como una carga, un fastidio, una cortapisa de la libertad individual. Esto sucede más es madres y padres muy jóvenes, menores de 25 años que no llegan a entender qué significa la responsabilidad de la paternidad. No es un tema baladí puesto que, además de afectarles como pareja, sobre todo les afecta como padres y puede que no siempre actúen de la mejor manera.

Es importante para evitar estos casos que la pareja se vaya concienciando de que la llegada de un hijo es una gran responsabilidad pero no una carga sino todo lo contrario, un reto que dura para siempre pero que para siempre, también, traerá muchas satisfacciones. Sobre todo es muy importante asimilar que la nueva vida será diferente pero no por ello peor, los planes dejarán de ser siempre de noche para ser siempre de día (o casi siempre) y la mayoría de las veces, en torno al 99% estarán destinados a que el bebé, los niños, disfruten. Un joven que cree no haber vivido lo suficiente y añora su etapa anterior puede que no asimile bien su nueva faceta de padre, algo que, sin duda, le traerá problemas.

En definitiva, la llegada de un bebé casi siempre supone noches en vela, desesperación porque no duerme y no sabes qué hacer…cansancio, ojeras, caos…pero todo pasa. Y además enseguida. Normalmente los padres se hacen con los usos y costumbres de los bebés al cabo del mes y medio o dos y las cosas a partir de ahí empiezan a entrar en rutina y a normalizarse. Mientras todo eso llega el mejor consejo es no perder la calma, no dejarse nada en el tintero y hablar con la pareja las cosas que nos preocupan para que no se enraícen, para que no nos quedemos con la sensación de no ser comprendidos.

Mucho amor, mucha calma y mucha comprensión que al final, todo llega. Y en menos de lo que se espera todo vuelve a convertirse en una rutina. Con juguetes por toda la casa pero rutina al fin y al cabo. Y sobre todo tener siempre presente que se está trabajando en lo más importante, construir una familia, poca broma en los tiempos que corren.

Cambiar los pañales no debe ser un acto exclusivo de la mamá

miércoles, 16 de enero de 2013

Cartas en torno al "Amor humano" (5)




Mí querido amigo Gerardo:
En primer lugar quiero agradecerte tu carta. Me ha gustado tanto como inquietud ha dejado en mí. Me ha parecido muy interesante el diagnóstico social que resumes en la frase: “Lo impregna todo una capa de resignación, decepción, lejana de actitudes heroicas, o de grandes ideales, en suma, un crepúsculo de la esperanza.” La comparto del todo, no sólo porque la percibo en otros, sino porque, a veces, la leo en mí mismo.
Hace unos años, en el aeropuerto de Madrid –las cosas que solemos hacer mientras esperamos el embarque de nuestro vuelo- visité las estanterías de la tiendita de libros. Caí en la tentación y compré uno rojo llamativo con el título de “Amo, luego existo. Los filósofos y el amor”, de Manuel Cruz y de la editorial Espasa-Ensayos. Me viene este hecho a la memoria al recordar el juego cartesiano que Kunderas vincula a la experiencia del dolor como llamada al descubrimiento de la primera certeza: “Siento, luego existo”, o en la definición antropológica de Zubiri, somos un animal sintiente.
A la postre, y en el marco de nuestro diálogo sobre el amor humano, sigo vinculándome con mayor facilidad al título de la obra de Manuel Cruz. Porque amar es, en definitiva, el nombre de lo más humano del hombre. Somos para el amor. Por eso, el amor humano es el horizonte de humanidad siempre inacabado y siempre generando en nosotros movimientos de deseo.
Siempre habrá actitudes alejadas del heroísmo, de los grandes ideales, siempre habitaremos en el crepúsculo de la esperanza, si no activamos en nosotros la gramática del amar. Sólo el amor nos muestra el camino para ahuyentar la resignación, la decepción, la desilusión. Tal vez sea el amor el pedagogo que nos libere –y uso las palabras de tu maestro- de la corporación dermoestética en la que todos, de alguno forma, vivimos.
El evangelista Juan, en su primera carta, nos regala la certeza coincidente a esta experiencia humana de fondo que comentamos: la persona ha sido creada para amar. El amor humano, del que todos tenemos experiencia, nace de ese principio de movimiento que nos viene ofrecido. Nos seduce y garantiza que la lógica del don pertenece a la naturaleza del amor. Amar es darse. Esta es una profunda verdad teológica que salva y libera de la limitación a nuestra estrecha libertad humana. Porque si la fuente del amor no es la persona humana, si amar no nace y se agota en mí, sino en Dios creador que nos amó primero y mostró en ello nuestra identidad humana, la medida y la verdad del amor ya no es exclusivamente el deseo humano, sino la respuesta a un don siempre mayor. La medida y la verdad del amor deben buscarse en el origen del que procede, que no es otro que el Amar sin fronteras, del que somos originados por el don de la creación. Y tanto para descubrir esta verdad como para comprometernos en ella hace falta un heroísmo que rompe todo crepúsculo de la esperanza, abriéndonos a una esperanza que salva, por utilizar el título genial de la Encíclica de Benedicto XVI.
El heroísmo de amar nos hace tan humanos como divinos. La fuerza que rompe el techo de nuestra libertad estrecha dándole horizontes nuevos, y llenando de verdad el deseo de nuestro herido corazón contemporáneo.
En mi experiencia en el Centro de Orientación Familiar soy testigo de privilegio de esta experiencia. Matrimonios que vienes con los niveles de comunicación mutua muy apagados porque habitan la dinámica del mero deseo humano. Se buscan en el otro. No buscan al otro en una gramática del don. Se quieren, claro que sí, pero articulan el amor en una lista de demandas insatisfechas que el otro o la otra han de satisfacer. Y como siempre es imposible, nace la insatisfacción de la convivencia y se apagan las luces de gozo. Amar es heroico, pero es la única forma de habitar el espacio anhelado de la felicidad. Si quieres existir de verdad, ama. Si quieres habitar tu identidad de forma gozosa, ama. No me canso de repetir con San Agustín: “Si no quieres sufrir, no ames. Pero si no amas ¿para qué quieres vivir? ¡Qué extraordinario resumen de cuanto de ideal de altura tiene la vida humana!
Lo descubrimos con dolor, tal vez en el dolor tantas veces evitado de manera siempre imposible; pero la verdad impertinente se reitera en su certeza al fin: existe un amor que nos precede, un amor más grande que nuestros deseos, un amor mayor que nosotros mismos, que nos muestra el itinerario adecuado para aprender a amar humanamente. Amar consiste en recibir el amor, en acogerlo, en experimentarlo y hacerlo propio. El amor que es originario de nuestra naturaleza, nos guste o no, seamos conscientes o no, implica siempre esta singular iniciativa divina. Una iniciativa saludable –soteriológica- que libera nuestro corazón de todo concepción voluntarista o simplemente emotiva del amor humano.
Y esto no es etéreo. Para nada. Y me gustaría aterrizarlo en sucesivas misivas de la mano de la dimensión corporal –carnal- de la que el Beato Juan Pablo II tanto habló durante los primeros años de su pontificado. Tal vez puedas, querido Gerardo, introducir esa dimensión corpórea del amor humano que, como Cristo mismo, se encarna en el amar del hombre y la mujer.

Un saludo. Juan Pedro

martes, 15 de enero de 2013

Cartas en torno al "Amor humano" (4)


Querido Juan Pedro:
El centro de tu carta está en la pregunta: ¿por qué el hombre de hoy no percibe esa apertura a la trascendencia? Y señalas, el dolor como una instancia a esa experiencia.
¿Recuerdas la escena de Un mundo feliz de Huxley? cuando el protagonista Bernard Marx, está melancólico envuelto en sus pensamientos, en un contraste nítido con la narración de fondo sobre las bondades de la sociedad que se había conseguido. En ese momento, su monólogo se ve interrumpido. Una palmada en la espalda: venga tómate un “soma”, y tranquilo.
"—Estás melancólico, Marx. —La palmada en la espalda lo sobresaltó. Levantó los ojos.
Era aquel bruto de Henry Foster—. Necesitas un gramo de soma.
—Todas las ventajas del cristianismo y del alcohol; y ninguno de sus inconvenientes.
—¡Ford, me gustaría matarle! Pero no hizo más que decir: No, gracias, al tiempo que
rechazaba el tubo de tabletas que le ofrecía.
—Uno puede tomarse unas vacaciones de la realidad siempre que se le antoje, y volver
de las mismas sin siquiera un dolor de cabeza o una mitología.
—Tómalo —insistió Henry Foster—, tómalo.
—La estabilidad quedó prácticamente asegurada.
—Un solo centímetro cúbico cura diez sentimientos melancólicos —dijo el Presidente
Ayudante, citando una frase de sabiduría hipnopédica"[1].

Muchos autores señalan lo que puede ser un perfil genérico de ese tono vital, si bien en la realidad no se da con esta pureza química, o si prefieres, no existe en lo concreto un tipo genérico. Alguna de estas característica operan como “creencias”, tal como las describe Ortega - “en ellas nos movemos y somos”[2], como una suerte de ósmosis muchas nociones están en nosotros, sin que las hayamos tematizado o criticado, pero que son efectivas y nos permiten una interpretación de la realidad.  
Hemos llegado a un momento en el cual sin la necesidad de saber qué es el nihilismo, lo practicamos. Nada merece la pena, nada es verdadero, nada es valioso. Me encanta la frase de Kundera: "Pienso luego existo es el comentario de un intelectual que subestima el dolor de muelas. Siento luego existo es una verdad que posee una validez mucho más general y se refiere a todo lo vivo"[3], porque pone de relieve el ambiente de corte relativista ante la verdad y la primacía de las apetencia. Lo impregna todo una capa de resignación, decepción, lejana de actitudes heroicas, o de grandes ideales, en suma, un crepúsculo de la esperanza. De sobra sabes cómo esto no es nuevo en la humanidad, ya el romanticismo o el existencialismo señalaban ese desamparo del hombre en medio del mundo. Pero, ellos vivían esta situación de manera dramática, recuerda el Sísifo de Camus, o el Lobo estepario de Hesse. Sin embargo, ahora esta carencia de sentido se vive con una sonrisa, es un nihilismo sin tragedia.
No sé si me creerás pero con un grupo de alumnos de ADE en Madrid un compañero, con unas dotes docentes maravillosas, comentaba con el grupo la lectura de la novela de Huxley y más de uno aprobaba un mundo en el cual no fueras tan libre pero que estuvieras cómodo(!!!).
El hombre se ve impulsado a la existencia e intenta evitar grandes desengaños, por ello lo que tiene a mano es "el ahora" -cultura del instante-, se ve inmerso en el Carpe diem de Horacio, siendo un sujeto centrado en sí mismo  y obsesionado con la comodidad y el bienestar. De manera que se centra en el placer, lo que llamamos hedonismo. "La felicidad está en la Corporación dermoestética", decía un querido profesor exagerando. Un hedonismo que toma su canalización mediante una acción febril, ("I want it all.....and I want it now!". Lo quiero todo y lo quiero ahora, el estribillo de una famosa canción de Queen) para triunfar en el más corto plazo, dominar y disponer de lo apetecido.
 Ortega va dibujando los rasgos de este tipo hombre en su obra La rebelión de las masas, le va adjuntando epítetos vivos que lo describen y clarifican su idea. Habla de un señorito satisfecho, que a pesar de vivir en una altura de los tiempos como ninguna otra, no se percata de los prodigios y bienes que le rodean, ni del trabajo que esto ha supuesto a la humanidad, ni lo implica mantener esto de cara a un futuro. Su relación con  esta realidad es la del que le deben todo. Para él  todo se da de una forma natural como el fruto del campo y este señorito, simplemente, lo toma y lo disfruta.  ¿Cuántos problemas surgen de esta postura? ¿Cuántas veces el hombre se ve paralizado por creer que todo se lo deben, que lo que tiene es permanente, sea salud, juventud, dinero...?
En esto tienes razón, querido Juan Pedro, el sufrimiento, la experiencia del fracaso y la muerte vienen a romper ese ritmo de vida y puede ser ocasión para plantearse una pregunta por el sentido. Pero es curioso, incluso allí no se da con necesidad esa pregunta. El dolor es inseparable de nuestra condición, palpamos en muchas ocasiones nuestras limitaciones de la más diversa índole, pero no tiene la última palabra. "Tranquilo, necesitas un gramo de soma"... hay otra opción ante esa visita del sufrimiento y es la evasión, la huida,  se hurta el cuerpo así al compromiso, la responsabilidad, los proyectos... la libertad es considerada como ausencia de ataduras lo que muchas veces se explica como libertad-de y no como una libertad para comprometerse, darse, libertad-para. De allí el elevado índice de consumismo de toda clase, de drogadicción, de adicción al trabajo, la diversión frenética... Esos procesos de vértigo descritos por el buen profesor López Quintás[4].
Por otro lado, son muchos los testimonios de cómo el sufrimiento nos permite enfrentarnos con la vida y captar toda la densidad de ella. Comparto uno contigo, se trata de Nicolae Stinhardt lo arrestaron en 1960 destinado a trabajos forzados en un campo de internamiento durante doce años, aunque fue liberado a los cuatro años. Muchos años después recopila sus memorias y las titula Diario de la felicidad:
"Entré en la cárcel ciego (con varios atisbos de luz, pero no sobre la realidad, sino interiores; iluminaciones que nacen de la propia tiniebla y deshacen la oscuridad sin disiparla) y salgo con los ojos abiertos; entré mimado y caprichoso y salgo curado de ínfulas, aires de grandeza y caprichos; entré insatisfecho y salgo conociendo la felicidad, entré nervioso, irascible, sensible a las minucias y salgo indiferente; el sol y la vida me decían poco, ahora sé saborear un trozo de pan, por pequeño que sea; salgo admirando, por encima de todo, el valor, la dignidad, el honor, el heroísmo; salgo reconciliado: con aquellos a los que he hecho mal , con los amigos, incluso conmigo mismo".[5]
También apuesto por el hombre, Juan Pedro, por la cantidad de personas que viven su vida de cara al bien, de forma heroica en muchos casos, aun en medio del atronadoras invitaciones a una superficialidad exasperante o a la comodidad de encoger los hombros y ya. En el sufrimiento, en la belleza, en la entrega, en la generosidad, en la amistad, en el estudio, en el esfuerzo, en el amor se puede hacer esa experiencia. Es que sin duda se trata de una experiencia, que puede elevar al hombre radicarle en la verdad, en su búsqueda. Pero radica esa experiencia en la actitud con la que se aborde. El viejo Kant hablaría de condiciones de posibilidad. ¿Qué condiciones de posibilidad se deben dar para esa apertura? ¿Para esa experiencia?
N.B. Estimado Juan Pedro en las cartas no suelo poner pies de página, pero aquí me tomo esa licencia para no entorpecer la lectura con referencias entre paréntesis y con la intención de que la cita pueda ser de ayuda.
un abrazo,
Gerardo.



[2] Ortega y Gasset, J. “Ideas y creencias”. Obras completas. Fundación Ortega y Gasset./ Taurus. Vol. V. 661-679.
[3] Kundera, M. La inmortalidad. Barcelona. 1992, 238.
[4] López Quintás, A. Vértigo y éxtasis, Rialp, Madrid, 2006.
[5] Freire. J.B. La felicidad inadvertida, EUNSA, Navarra, 2012, 22-23.