martes, 15 de enero de 2013

Cartas en torno al "Amor humano" (4)


Querido Juan Pedro:
El centro de tu carta está en la pregunta: ¿por qué el hombre de hoy no percibe esa apertura a la trascendencia? Y señalas, el dolor como una instancia a esa experiencia.
¿Recuerdas la escena de Un mundo feliz de Huxley? cuando el protagonista Bernard Marx, está melancólico envuelto en sus pensamientos, en un contraste nítido con la narración de fondo sobre las bondades de la sociedad que se había conseguido. En ese momento, su monólogo se ve interrumpido. Una palmada en la espalda: venga tómate un “soma”, y tranquilo.
"—Estás melancólico, Marx. —La palmada en la espalda lo sobresaltó. Levantó los ojos.
Era aquel bruto de Henry Foster—. Necesitas un gramo de soma.
—Todas las ventajas del cristianismo y del alcohol; y ninguno de sus inconvenientes.
—¡Ford, me gustaría matarle! Pero no hizo más que decir: No, gracias, al tiempo que
rechazaba el tubo de tabletas que le ofrecía.
—Uno puede tomarse unas vacaciones de la realidad siempre que se le antoje, y volver
de las mismas sin siquiera un dolor de cabeza o una mitología.
—Tómalo —insistió Henry Foster—, tómalo.
—La estabilidad quedó prácticamente asegurada.
—Un solo centímetro cúbico cura diez sentimientos melancólicos —dijo el Presidente
Ayudante, citando una frase de sabiduría hipnopédica"[1].

Muchos autores señalan lo que puede ser un perfil genérico de ese tono vital, si bien en la realidad no se da con esta pureza química, o si prefieres, no existe en lo concreto un tipo genérico. Alguna de estas característica operan como “creencias”, tal como las describe Ortega - “en ellas nos movemos y somos”[2], como una suerte de ósmosis muchas nociones están en nosotros, sin que las hayamos tematizado o criticado, pero que son efectivas y nos permiten una interpretación de la realidad.  
Hemos llegado a un momento en el cual sin la necesidad de saber qué es el nihilismo, lo practicamos. Nada merece la pena, nada es verdadero, nada es valioso. Me encanta la frase de Kundera: "Pienso luego existo es el comentario de un intelectual que subestima el dolor de muelas. Siento luego existo es una verdad que posee una validez mucho más general y se refiere a todo lo vivo"[3], porque pone de relieve el ambiente de corte relativista ante la verdad y la primacía de las apetencia. Lo impregna todo una capa de resignación, decepción, lejana de actitudes heroicas, o de grandes ideales, en suma, un crepúsculo de la esperanza. De sobra sabes cómo esto no es nuevo en la humanidad, ya el romanticismo o el existencialismo señalaban ese desamparo del hombre en medio del mundo. Pero, ellos vivían esta situación de manera dramática, recuerda el Sísifo de Camus, o el Lobo estepario de Hesse. Sin embargo, ahora esta carencia de sentido se vive con una sonrisa, es un nihilismo sin tragedia.
No sé si me creerás pero con un grupo de alumnos de ADE en Madrid un compañero, con unas dotes docentes maravillosas, comentaba con el grupo la lectura de la novela de Huxley y más de uno aprobaba un mundo en el cual no fueras tan libre pero que estuvieras cómodo(!!!).
El hombre se ve impulsado a la existencia e intenta evitar grandes desengaños, por ello lo que tiene a mano es "el ahora" -cultura del instante-, se ve inmerso en el Carpe diem de Horacio, siendo un sujeto centrado en sí mismo  y obsesionado con la comodidad y el bienestar. De manera que se centra en el placer, lo que llamamos hedonismo. "La felicidad está en la Corporación dermoestética", decía un querido profesor exagerando. Un hedonismo que toma su canalización mediante una acción febril, ("I want it all.....and I want it now!". Lo quiero todo y lo quiero ahora, el estribillo de una famosa canción de Queen) para triunfar en el más corto plazo, dominar y disponer de lo apetecido.
 Ortega va dibujando los rasgos de este tipo hombre en su obra La rebelión de las masas, le va adjuntando epítetos vivos que lo describen y clarifican su idea. Habla de un señorito satisfecho, que a pesar de vivir en una altura de los tiempos como ninguna otra, no se percata de los prodigios y bienes que le rodean, ni del trabajo que esto ha supuesto a la humanidad, ni lo implica mantener esto de cara a un futuro. Su relación con  esta realidad es la del que le deben todo. Para él  todo se da de una forma natural como el fruto del campo y este señorito, simplemente, lo toma y lo disfruta.  ¿Cuántos problemas surgen de esta postura? ¿Cuántas veces el hombre se ve paralizado por creer que todo se lo deben, que lo que tiene es permanente, sea salud, juventud, dinero...?
En esto tienes razón, querido Juan Pedro, el sufrimiento, la experiencia del fracaso y la muerte vienen a romper ese ritmo de vida y puede ser ocasión para plantearse una pregunta por el sentido. Pero es curioso, incluso allí no se da con necesidad esa pregunta. El dolor es inseparable de nuestra condición, palpamos en muchas ocasiones nuestras limitaciones de la más diversa índole, pero no tiene la última palabra. "Tranquilo, necesitas un gramo de soma"... hay otra opción ante esa visita del sufrimiento y es la evasión, la huida,  se hurta el cuerpo así al compromiso, la responsabilidad, los proyectos... la libertad es considerada como ausencia de ataduras lo que muchas veces se explica como libertad-de y no como una libertad para comprometerse, darse, libertad-para. De allí el elevado índice de consumismo de toda clase, de drogadicción, de adicción al trabajo, la diversión frenética... Esos procesos de vértigo descritos por el buen profesor López Quintás[4].
Por otro lado, son muchos los testimonios de cómo el sufrimiento nos permite enfrentarnos con la vida y captar toda la densidad de ella. Comparto uno contigo, se trata de Nicolae Stinhardt lo arrestaron en 1960 destinado a trabajos forzados en un campo de internamiento durante doce años, aunque fue liberado a los cuatro años. Muchos años después recopila sus memorias y las titula Diario de la felicidad:
"Entré en la cárcel ciego (con varios atisbos de luz, pero no sobre la realidad, sino interiores; iluminaciones que nacen de la propia tiniebla y deshacen la oscuridad sin disiparla) y salgo con los ojos abiertos; entré mimado y caprichoso y salgo curado de ínfulas, aires de grandeza y caprichos; entré insatisfecho y salgo conociendo la felicidad, entré nervioso, irascible, sensible a las minucias y salgo indiferente; el sol y la vida me decían poco, ahora sé saborear un trozo de pan, por pequeño que sea; salgo admirando, por encima de todo, el valor, la dignidad, el honor, el heroísmo; salgo reconciliado: con aquellos a los que he hecho mal , con los amigos, incluso conmigo mismo".[5]
También apuesto por el hombre, Juan Pedro, por la cantidad de personas que viven su vida de cara al bien, de forma heroica en muchos casos, aun en medio del atronadoras invitaciones a una superficialidad exasperante o a la comodidad de encoger los hombros y ya. En el sufrimiento, en la belleza, en la entrega, en la generosidad, en la amistad, en el estudio, en el esfuerzo, en el amor se puede hacer esa experiencia. Es que sin duda se trata de una experiencia, que puede elevar al hombre radicarle en la verdad, en su búsqueda. Pero radica esa experiencia en la actitud con la que se aborde. El viejo Kant hablaría de condiciones de posibilidad. ¿Qué condiciones de posibilidad se deben dar para esa apertura? ¿Para esa experiencia?
N.B. Estimado Juan Pedro en las cartas no suelo poner pies de página, pero aquí me tomo esa licencia para no entorpecer la lectura con referencias entre paréntesis y con la intención de que la cita pueda ser de ayuda.
un abrazo,
Gerardo.



[2] Ortega y Gasset, J. “Ideas y creencias”. Obras completas. Fundación Ortega y Gasset./ Taurus. Vol. V. 661-679.
[3] Kundera, M. La inmortalidad. Barcelona. 1992, 238.
[4] López Quintás, A. Vértigo y éxtasis, Rialp, Madrid, 2006.
[5] Freire. J.B. La felicidad inadvertida, EUNSA, Navarra, 2012, 22-23.

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